El proceso de elaboración del vino blanco se puede establecer en 10 etapas. Os las contamos a continuación:
1. Despalillado. El despalillado de la uva consiste en separar mecánicamente las uvas de los rabillos y otras partes herbáceas del racimo -como hojas – que puedan venir en las cajas de vendimia. Esta fase también es conocida con los nombres de desgranado o derraspado de la uva.
2. Estrujado. Se extrae el máximo jugo posible de las uvas, sin que se aplasten los elementos sólidos que hayan podido quedar de la fase de despalillado y otros elementos propios de la uva como la piel y las pepitas. Con ello se buscar evitar malos gustos. Como curiosidad, el jugo que sale primero se llama mosto lágrima, yema o flor, el cual se caracteriza por su bajo contenido en polifenoles al no sufrir contacto con las pieles.
3. Maceración. Esta es una etapa opcional ya que muchos blancos no se someten a maceración para hacerlos más frescos y ligeros. En esta etapa el jugo o mosto extraído tras el estrujado permanece unas horas en contacto con la pulpa y pieles para conseguir más cuerpo y aromas.
4. Prensado. La mezcla de pulpa, pieles, pepitas y rabillos se prensa para extraer el máximo mosto posible limpio de sustancias. Para limpiar el mosto de sustancias también se pueden realizar trasiegos: cambiar el mosto de recipiente dejando los restos sólidos en el fondo.
5. Fermentación alcohólica. Aquí el mosto se transforma en vino de manera natural. Se introduce todo el jugo obtenido en las fases anteriores en cubas (habitualmente de acero inox), se añaden levaduras y se deja fermentar a temperaturas controladas de entre 18 y 20°C durante unas tres semanas. Algunos vinos blancos se fermentan en barricas de roble, lo que les aporta más cuerpo, aroma y grado alcohólico.
6. Fermentación maloláctica. Algunos vinos blancos con crianza o fermentación en barrica pueden realizar esta etapa, aunque la mayor parte de vinos blancos la omiten porque suprime la necesaria acidez y carácter frutal de los blancos. En esta etapa se añaden bacterias que transforman el ácido málico del vino en ácido láctico, mucho más suave.
7. Maduración. El vino blanco joven no se embotella de inmediato. La maduración suele hacerse en cubas de acero inoxidable. Algunos vinos blancos se dejan en contacto con los residuos de la fermentación, son los denominados «sobre lías». El tiempo de esta crianza oscila desde unos pocos días hasta algunos meses, en función del vino que desea elaborar la bodega.
8. Crianza en barrica. Cuando el vino va a madurar durante un largo periodo, puede pasar varios meses en barrica de roble, lo que le confiere un aroma y un cuerpo determinados.
9. Filtrado y embotellado. El vino se somete a bajas temperaturas para disminuir la concentración de bitartratos potásicos. A continuación, se filtra (existen diversos mecanismos) y finalmente se embotella.
10. Crianza en botella. Tras ser embotellado el vino se deja madurar algunos días, semanas o meses en bodega hasta que esté listo para salir al mercado.
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